Justicia: entre el bien y el mal
Hay una inclinación natural de los seres humanos hacia lo justo. Algo que impele a no admitir el matonismo de los Trump/Musk/Vance de turno o las mentiras escandalosas del PP tan difíciles de tragar. Justicia y corrupción trabajan una frente a otra. El peligro está en traspasar la línea divisoria
Ves a María Dolores de Cospedal, número dos del PP de Rajoy en su día, exministra de Defensa, escuchar con una sonrisa cínica su propia voz tramando con el comisario corrupto Villarejo la guerra sucia contra Podemos. Y, a continuación, negar que ha dicho lo que ha dicho o comentar que no lo recuerda. Hombres o mujeres, en el PP comparten la práctica de mentir como bellacos, pero se diría que su audiencia es especialmente crédula y comprensiva con las trampas menores como mentir y obvia los grandes atropellos si los niegan. Una desproporción de graves consecuencias. Casi podría demostrarse que quien miente tan a lo grande está confesando un delito.
La justicia se ha convertido en la columna vertebral de la democracia al punto que cuando falla la deja gravemente alterada. Del mismo modo que la refuerza cuando cumple su misión en temas conflictivos. Es uno de los tres grandes pilares del Estado de Derecho, junto con el poder legislativo y el ejecutivo. Y se diría que el único que opera sin control alguno en la práctica.
En Estados Unidos se teme una quiebra institucional. La justicia es quien planta cara a las arbitrariedades de la Administración Trump, que, entre otros abusos gravísimos, está desmantelando el Estado, violando los Derechos Humanos, poniendo trabas a la ciencia, a la salud, a la educación, y al ejercicio de la justicia, sin duda. Preocupa ese enfrentamiento, porque el principal asesor de Trump, Elon Musk, quiere destituir jueces “díscolos” y el presidente le apoya. Así consideran a quienes echan abajo las medidas discutibles del gobierno. Los que están primando la justicia sobre cualquier consideración. Y lo hacen incluso jueces conservadores colocados por Trump en su anterior mandato. Está por ver cómo acabará el pulso y va mucho en ello. Los políticos de la oposición apenas se comportan como… políticos de la oposición en campaña electoral.
Habría unos cuantos jueces españoles que serían recibidos con alfombra roja por Trump, Musk y Vance, ese trío infernal al mando en la Casa Blanca. Y los españoles con sentido de la justicia, querríamos ver muchos más profesionales como la jueza de Catarroja que investiga lo sucedido realmente en la Dana de la Comunidad Valenciana. Enciende la sangre, tras haber visto en directo cómo se desarrolló la catástrofe, las auto exculpaciones de los responsables de la Generalitat valenciana y encima acusando a otros. Lo ha hecho Salomé Prada, la vicepresidenta que no movió un dedo esperando durante horas al desaparecido presidente Mazón. Él mismo ha tenido la inmensa desfachatez de defender su pacto con la ultraderechista Vox que le garantiza el cargo, soltándole a Sánchez: “Si tú no tienes lo que tienes que tener para presentar los Presupuestos de la reconstrucción es que no te mereces ser el presidente de España”. Si el PP sigue sosteniendo a este individuo da idea de su calidad ética y de su grado de complicidad.
Confiemos en la jueza de Catarroja, aunque no lo tiene fácil por su competencia jurisdiccional con un Mazón aforado. Mucho se ha arriesgado ya para la vida que suelen llevar los magistrados allí. Se pierde la cuenta de los jueces que sufrieron traslados forzosos o los pidieron ellos en el “Caso de Carlos Fabra”, presidente de la Diputación de Castellón, por ejemplo. La jueza que inició el juicio oral en 2007 fue sacada de Nules (Castellón) a ocupar una plaza de magistrada en Teruel. Habían pasado 7 colegas antes por ese puesto con parecida suerte desde 2004. Y así siguió una larga lista, larga. En 2021 encontramos a otro que culminó la investigación y se trasladó a Cuenca. Ahora en marzo, 21 años después, acaban de mandar a Fabra al banquillo. Es la tónica en la que el PP solventa sus cuitas judiciales en España. Tiene un abultado número inmersos en procesos en curso, pero son numerosos los ostensiblemente implicados en delitos a los que ni les tocan.
Larguísimo trámite también para la investigación de las Cloacas del Estado, cargadas de pruebas, que la pareja Rajoy/Cospedal dice ignorar. Seguimos sin entender tampoco qué pasa con la responsabilidad por los 7.291 ancianos muertos en Madrid bajo el Protocolo de la vergüenza, de la crueldad extrema, aplicado por el gobierno de Ayuso. Ni qué vida va a llevar su consentido novio, acusado ya de 5 delitos de envergadura, fiscales y de corrupción en los negocios. La jueza se jubila en agosto al cumplir 65 años y no ha pedido prórroga como Peinado tan amante de la labor que realiza. Qué casualidad. Le sustituirá el candidato de mayor edad entre los que opten a la plaza.
Hay una inclinación natural de los seres humanos hacia lo justo, salvo que se hayan corrompido de alguna manera incluida la indiferencia ante la iniquidad. Y a aceptar que normas comunes velen por los derechos de todos y que cada cual asuma las consecuencias de las violaciones a esos mandatos. Algo que impele a no admitir el matonismo de los Trump/Musk/Vance de turno, ni las mentiras escandalosas del PP tan difíciles de tragar o las flagrantes injusticias que causan daños irreparables a muchas personas, sobre todo a las vulnerables. A los niños de Gaza que te encogen el corazón cuando en un bombardeo israelí gritan: ¡dios, que no haya muerto mi madre! A los periodistas asesinados que no se apartaron de la información a lo largo de los dos años y medio transcurridos desde el inicio de la masacre entre duras penalidades. Ante el favor de los tramposos de turno que, en la placidez de los países en aparente calma ,nos venden por buena la peor bazofia política. A esa Unión Europea que se desliza hacia ceder al chantaje estadounidense para cambiar el pan por balas y seguir supeditados a ellos. A los medios que se lanzan a vender el belicismo como una panacea. Es un mundo especialmente injusto en estos días.
El domingo elDiario.es traía una muy interesante entrevista con el fiscal italiano Giuseppe Ayala. Como tal consiguió encerrar a más de 300 mafiosos afrontando por ello graves riesgos: “La clave fue no ceder al miedo”. Compañero y amigo de los jueces asesinados Falcone y Borsellino, el fiscal Ayala describe el lado humano y judicial de la lucha contra la mafia en el libro que publica: 'Quien tiene miedo muere a diario'. Una enorme frase. Cuánta dignidad roba el miedo.
La corrupción en sus distintas modalidades (la mafia entre ellas) y la justicia trabajan de habitual una frente a otra. El peligro está en traspasar la línea divisoria. Las películas nos dan muestra sobrada de ello. Hay países como México donde se mezclan peligrosamente. Pero no es el único, ni mucho menos. Se diría que Trump intentó corromper la justicia norteamericana de los Altos Tribunales con los nombramientos de su primer mandato. Parece que no lo consigue, pero lo intenta vía expulsión. Y puede que tampoco consiga dominarla, ni otros sectores que intenta. Sin hacer demasiado ruido, crece el descontento con Trump y sobre todo con Elon Musk. Protestan ya también miembros del ejército y de la Seguridad. Del FBI, en particular. No ha faltado más que la grandísima chapuza del presentador de la Fox al que han situado como jefe del Pentágono que metió sin darse cuenta a un periodista en el chat de alta seguridad que preparaba un ataque estadounidense a Yemen. “Atentos a las demás corrientes de fondo de la sociedad estadounidense, que no se han evaporado de repente. Ni siquiera en Silicon Valley” advierte el periodista Paco Audije en este interesante artículo: “¿Y si Trump y Musk no lo tuvieran tan fácil?”
De momento el panorama es crudo. De momento. Cuando la corrupción no se ataja, se expande e infiltra el esqueleto de un Estado hasta pudrirlo. Avisa, pero algunos ciudadanos suelen tener dificultades en relacionar causa y efecto. Así, va creciendo y llega a invadir los pilares fundamentales. Pudrir implica desintegrar muchos otros valores que atesoramos. Pero hay que ver desarrollos. En España tenemos un serio inconveniente con la corrupción y hay numerosas quejas con actuaciones de la justicia que cuesta entender.
La corrupción máxima prescinde de la justicia tradicional y aplica la suya. “Los cárteles tienen un problema importante en la división de Recursos Humanos, no pueden contratar a los mejores”, decía el sargento Jiménez de los Mossos con ironía en una interesantísima mesa redonda en la que participé en Barcelona hace tiempo. Tampoco pueden acudir a la policía a resolver sus conflictos, robos incluidos. De ahí, la violencia mafiosa como método de relación laboral. Y algo de eso debe haber en los códigos que ignoramos por los que se encausa o se obvian casos inexplicables
Una gran responsabilidad para cuantos profesionales del Derecho decidieron hacer del supremo principio de lo justo - al servicio de la sociedad - su trabajo y su deber.