Jordi Pujol desencadenado. Pasado el ostracismo social, como consecuencia de su confesión en julio de 2014, el que fuera presidente de la Generalitat de Cataluña durante 23 años va recuperando una mínima actividad pública. Estudiada y minimalista. El objetivo es limpiar su imagen. Pedir perdón. Y que le sea concedido. Pero no solo. También fijar doctrina. Ideario. Un punto al que acudir. En la esencia. No en vano, Pujol es el padre del nacionalismo catalán moderno. El político que pudo adaptar las teorías de los siglos XIX y XX (la mayoría desquiciantes y xenófobas) y que sus sucesores no solo no rectificaron sino que ratifican por elevación. El Pujol más puro. El 1 de marzo se presenta en público 'La última conversación. Encuentro en Queralbs' (Lapislàtzuli). Un testamento ideológico. Sin chaleco salvavidas. El expresidente autonómico ejerce como eco de la conciencia de los nacionalistas catalanes. Pero sin estar en la primera línea política. Habla, realmente, a los cuadros dirigentes que deben llevar las riendas de la Cataluña actual y futura. Solo a ellos. Lo sabe. Y sabe que le escucharán. Es la voz que les alerta: ¡Cataluña está en peligro! Desde que Pujol dejó la vida pública su obsesión se centra en recuperar el discurso identitario. Cataluña, una sola lengua y una sola cultura. Lo hizo en 'Entre el dolor i l'esperança' (Proa, 2021), entrevista firmada por Vicenç Villatoro, y también al recuperar ahora sus escritos de 1978 en 'Des dels turons a l'altra banda del riu' (Comanegra), que recuerda las referencias que bebió en su juventud, gran parte de ellas de corte fascista o nazi. No es un detalle menor, aunque suele pasar desapercibido, que Pujol estudió en el Colegio Alemán de Barcelona durante el régimen nazi. Una Cataluña En 'La última conversación', Pujol habla sin red en la despedida vital de un amigo. Es así como Ko Tazawa (69 años), escritor nipón y traductor japonés-catalán, Cruz de Sant Jordi (2003), fallecido en septiembre, expone al Pujol más sincero. El libro (excelentemente editado y cuidado) no deja lugar a dudas. Se exhibe el expolítico más esencialista que sigue considerando catalanes solo a los que piensan y viven como nacionalistas. El resto, no existen. Ni en su discurso ni en su imaginario. Solo hay una Cataluña monolítica cultural y socialmente. Nosotros, los catalanes. Nosotros, los nacionalistas: «Nosotros los catalanes somos un país con más de mil años de historia, que ha consolidado una lengua, una cultura, una voluntad de ser, una personalidad, que tiene la suerte de estar desarrollado. Pero somos un país pequeño y además formamos parte de un Estado, que es España, con el que hemos convivido durante mucho tiempo y en muchos aspectos hemos tenido una convivencia positiva, pero que es mayor que nosotros y debemos hacer esfuerzos para no ser absorbidos, para que no se extinga la catalanidad» (página 42). Y se golpea el pecho en una especie de 'Yo pecador': «Por mi culpa, por mi gran culpa, por mi grandísima culpa», parece decir. Pero no por su relación con Hacienda o sus excesos nacionalistas, sino todo lo contrario, por no haber sido fiel a sus ideas de juventud: «Aunque en el sentimiento de deshonor juega a menudo, de forma bastante general, el sentimiento de vergüenza y de falta personal, ese decir: 'He fallado'. Yo mismo, en mi forma de pensar, me he aplicado este 'yo me he fallado'. No me refiero para nada a una supuesta falla relacionada con tantas y tantas cosas publicadas contra mí y mi familia, sino a que yo, en parte, he fallado al joven que era. Este «yo me he fallado» sería mi forma de honor» (página 63). Noticias Relacionadas opinion No SPECTATOR IN BARCINO Jordi Pujol se presenta a ustedes Sergi Doria estandar No La defensa de Borràs pide suspender el juicio tras el pacto de dos acusados con la Fiscalía Elena Burés Con esta confesión, Pujol, que hace unos días estuvo acompañado de y fue ovacionado por lo que queda de CiU (Artur Mas, Jaume Giró, Núria de Gispert, Santi Vila...) en la presentación de 'Des dels turons...', concentra sus fuerzas en relacionar la vigencia de Cataluña con la pervivencia del catalán. «Para nosotros, la lengua es esencial. Debemos avanzar en el ámbito político y en el ámbito económico, pero la lengua y la identidad son prioritarias. Ahora el problema que tenemos es serio», apunta, e insiste: «Cataluña no es una nación de base étnica sino cultural, lingüística. Es una nación de lengua y cultura. Y de convivencia y cohesión» (página 70). Un solo idioma propio No recuerda pero sí sabe el padre del nacionalismo catalán, camino ya de los 93 años (9 de junio), que Cataluña no solo es bilingüe sino que los catalanes tienen el español como lengua mayoritaria y propia más que el catalán. De ahí que pretenda, como llevó a cabo durante sus años en la Generalitat, arrinconar el uso del español y definir la situación lingüística como «compleja» por culpa -desde su punto de vista- de la posición «ambigua» del español. Esto, «obliga a encontrar una solución equilibrada que tenga en cuenta, primero, que el catalán es la única lengua propia de Cataluña, la única que en el pasado y ahora le ha dado una personalidad colectiva, distinta y eficaz. Por tanto, el catalán debe tener un estatus preeminente en Cataluña con unas normas de cumplimiento y conocimiento. Segundo, que el castellano no es considerada lengua propia de Cataluña, pero en tanto que primera lengua de muchos ciudadanos de este país, debe tener en la Administración un reconocimiento y un trato en ciertos aspectos equivalente al del catalán» (página 72). Los castellanoparlantes serán catalanes, ¡por supuesto!, pero un poco menos, viene a decir. Eso sí, en la escuela, ni un paso atrás; es decir, ni agua en español: «En Cataluña la lengua es un tema nuclear. La lengua es irrenunciable» (página 74). La lengua catalana, claro. Así, Pujol se desnuda en la defensa del nacionalismo -una palabra y un concepto asociado a la guerra y la extrema derecha en Europa- y la identidad, y lamenta la inmigración que, según él, es excesiva en Cataluña. «¿Qué es lo importante para un país? El ser. La identidad . Nosotros (...) tenemos mucha inmigración y (...) estamos amenazados con quedar minorizados» (página 76), es decir, «es necesario (...) dedicar especial atención al hecho identitario catalán, sin complejos». Con esta base, no es novedad que ataque a Emmanuel Macron por hacer frente a los nacionalismos y alumbre el camino a sus fieles: la identidad cultural y lingüística son «innegociables para tener un país con una personalidad potente y eficaz. Sin esto, la continuidad de Cataluña como nación capaz de ser útil a su gente estará amenazada».
