María Jesús Montero: Sola ante el peligro
La sesión parlamentaria fue de traca. Con la ausencia del presidente Pedro Sánchez, recién llegado de Nueva York, camino de San Sebastián dónde en compañía de su esposa Begoña Gómez se pavoneó en el Festival de Cine junto a Pedro Almodóvar. Ante un banco azul del Congreso totalmente vacío sin la presencia de ningún ministro. Con unos socios separatistas catalanes a la greña y la oposición exigiendo aclaraciones sobe el llamado cupo de financiación singular para Cataluña. En este escenario enrevesado hete aquí a la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, con todo su «tronío» cual llanera solitaria frente a todos. Unos minutos antes del debate la presidenta del PSOE y diputada Cristina Narbona se lo dijo desde su escaño: «Ministra, prepárate que vienen curvas». Y la andaluza hizo un gesto desafiante en señal de saber lo que se le venía encima. Durante la sesión Montero no concretó nada, se marchó como dicen en su tierra «por los cerros de Úbeda» y practicó su tradicional estilo de que la mejor defensa es un buen ataque. De sus primeros cuarenta minutos de intervención, treinta y cinco los dedicó contra el portavoz del PP, Juan Bravo, esforzada por impedir cualquier acercamiento a JuntsxCat, en plena guerra con Esquerra Republicana.
Para contribuir aún más al caos, María Jesús Montero aseguró el pasado viernes en Cádiz que el acuerdo con los republicanos limita por el momento la cesión de tributos a Cataluña al IRPF. «Es lo único decidido, lo demás ni está pactado ni decidido», sentenció la titular de las cuentas públicas que se enredó en una auténtica madeja de declaraciones sobre la cesión del IRPF, la vocación de autogobierno y la posibilidad de explorar la recaudación de otros impuestos de forma paulatina a lo largo del tiempo. Un brindis al sol que revela la confusión sobre el llamado cupo singular para Cataluña, madera de cambio para investir presidente de La Generalitat a Salvador Illa, aceptado por ERC, un partido destrozado que intenta mantener algún tipo de protagonismo y despierta las iras de Carles Puigdemont. Así lo expresó su diputado Josep María Cruset, dejando aún más en barbecho a ERC, entre críticas del PP y las Comunidades Autónomas incluida la socialista de Emiliano García-Page en Castilla La-Mancha. Pese a todo, Montero no se achanta y echa mano de su brío andaluz: «Seguiremos negociando hasta la extenuación». Olé.
María Jesús Montero ha demostrado como vicepresidenta, ministra de Hacienda y Función Pública batirse el cobre en unos debates broncos, muy agrios y tensos con el PP en el Congreso. Vicesecretaria del PSOE, en el Comité Federal del partido celebrado tras los cinco días de reflexión de Pedro Sánchez su discurso fue dramático, con voz quebrada: «Presidente te quiero, te necesitamos, quédate», dijo fiel a su estilo de sobreactuación con las manos al pecho, puño en alto, y gritos de fuerza al son guerracivilista, lo que revela la imagen de una mujer exacerbada y obediente siempre a su jefe. «Es una auténtica fajadora», dicen en el entorno de la sevillana con el mayor mérito a su cargo: ser la fiel escudera de Sánchez, su apagafuegos, el berrido necesario ante esa odiada derecha. Ahora, ella solita se está comiendo el embrollo del cupo singular para Cataluña. Ningún ministro ha dado la cara ante un tema tan espinoso.
De absoluta confianza de Sánchez, negociadora en su día con Pablo Iglesias, interlocutora con los separatistas y bilduetarras, cancerbera de las cuentas públicas, es decir, «Chica para todo» del presidente, Montero es el engranaje entre el gobierno, el partido, y una de las ministras más ácidas en el Congreso. Unos duros cara a cara en los que la andaluza ataca siempre a Feijóo con el argumento de la derecha y ultraderecha. Resabiada, con desparpajo ha logrado ser la mujer con más poder en el Gobierno y en el partido. «Trabajadora y empática», dicen en su equipo. «Escasamente preparada para dirigir la Hacienda Pública», opinan en el PP, mientras recuerdan su nefasta gestión en la Junta de Andalucía, primero al frente de la Consejería de Salud con Manuel Chaves y José Antonio Griñán, y después en la de Hacienda y Administración Pública con Susana Díaz. Esta trayectoria hizo pensar a Pedro Sánchez en colocarla como lideresa tras el «susanismo», pero finalmente se decantó por el Alcalde de Sevilla, Juan Espadas. Dicen que ella se olía la tostada y se puso de perfil ante el ofrecimiento, sabedora de la debacle electoral que se avecinaba.
[[H2:«Ferviente guerrillera»]]
María Jesús Montero Cuadrado nació en Triana, hija de dos profesores de escuela. Conocida entre familia y amigos como «Marisú», militó en las Juventudes Comunistas y movimientos cristianos de base bajo la égida del sacerdote Manuel Mafrollet, párroco de una hermandad social-cristiana antifranquista. Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Sevilla, nunca ejerció como médico y trabajó en la gestión sanitaria de los hospitales Virgen de Valme y Virgen del Rocío. Diputada por Sevilla, tras el éxito de la moción de censura contra Mariano Rajoy fue elegida por Pedro Sánchez para ser ministra de Hacienda y Función Pública. Mujer de izquierdas se casó con Rafael Ibáñez, militante de Comisiones Obreras. Su matrimonio fue curioso, dado el ateísmo de él y las creencias religiosas de ella les casó un párroco pero no en una iglesia, sino en un colegio concertado. La pareja está separada y tienen dos hijas que estudian en la Universidad de Sevilla.
Simpática, con acento atropellado, su estilo es desenfadado, rebelde y heterodoxo.
Apasionada de la moda a la última, le gusta lucir vestidos de vaporosos colores, blusones amplios y trajes de chaqueta sobre «tops» escotados. Muy celosa de su vida privada, procura viajar todos los fines de semana a Sevilla para estar con sus dos hijas.
María Jesús Montero es la ferviente guerrillera del «sanchismo».