Prisas, solidaridad y cocina que no entiende de religión: Nochebuena en un comedor social
Unas 300 personas han almorzado este día de Nochebuena en el comedor social del convento-residencia de las Hijas de las Caridad, en el corazón del barrio sevillano de La Macarena, donde la ayuda de muchas manos solidarias mantiene a esta entidad todo el año, no sin dificultad.
Desde las 7 de la mañana se ha comenzado a preparar todo en la cocina del comedor, hasta que al mediodía han abierto sus puertas y han comenzado a entrar las personas que han podido tener una comida caliente gracias al trabajo de empleados y voluntarios.
Este trabajo no entiende de calendario y tiene "momentos duros, como en agosto, cuando cierran otros comedores y se asume su trabajo".
Lo explica a EFE Pino Díaz, una trabajadora social que es, desde hace casi un año, la encargada de dirigir este comedor, y que resume con una frase el espíritu con el que ella y su equipo trabajan de enero a diciembre: “A quien tiene hambre se le da de comer”.
A nadie se le niega la comida
Es cierto que todas las personas que se benefician de un servicio como este pasan una entrevista previa, pero a ella se le ha dado el caso de alguien con hambre que no ha podido rellenar su documentación. En estos casos, se le abre la puerta del comedor, se le da mesa y silla y alimentos, porque la burocracia puede esperar, pero el estómago no.
Y todo, en una labor que no para. “La gente solamente ve la parte del servir la comida a la persona usuaria en el comedor, pero por detrás tiene un trabajo, un entramado de personas proveedoras, de empresas, de donaciones…”, de gente que trabaja todo el año, aunque en Navidad, parece que es más fácil conseguir donaciones, que se entregan los productos con más facilidad a comedores sociales como este.
El trabajo en la cocina y el comedor es frenético. Para echar una mano han acudido desde muy temprano unos chicos de la hermandad del Carmen de San Leandro, o una joven vecina de Albaida del Aljarafe, un pueblo cercano a Sevilla, que se enteró de que no venía mal ayudar y decidió dedicar a esa labor la mañana de Nochebuena. Una mujer de unos 80 años, Pilar, no falta ningún año a la cita.
'La solidaridad no se mide, ni tiene religión'
Una trabajadora social del comedor, Paula González, cree que si hay algo que defina perfectamente la Navidad, es lo que ella ve en ese humilde comedor: “La satisfacción personal que una siente, al saber que estas personas se llevan algo en este día especial no se puede definir con palabras”, asegura, y pone el acento en que hay que ayudar a quien lo necesite sin mirar a quien reza o dónde nació, porque “la solidaridad no se mide, y no se no se fija en religiones”.
Para que ese mensaje ecuménico se refleje en la comida, en la cocina se ha diseñado un menú de almuerzo de Nochebuena apto para todas las religiones, con sopa de picadillo, pollo al horno con champiñones y patatas fritas y tarta de fruta de la pasión con merengue para el postre.
Como el comedor solo abre al mediodía, los voluntarios han preparado 300 bolsas de comida, con menús adaptados para musulmanes o personas de una religión distinta. Para los primeros, la bolsa lleva queso, tortilla, turrón, gambas, un refresco, pan y salmorejo, y en la segunda hay embutidos, jamón, gambas, refresco y mantecados.
Se cuidan todos los detalles, y como algunos mantecados llevan grasa de cerdo, se reservan para las personas no musulmanas.
Todo este revuelo se organiza mientras los familiares de las 35 personas ancianas que viven en la residencia acuden a visitarlas, con una portería que controla una religiosa que acaba de llegar a los 82 años.
A las 12 en punto del mediodía han abierto las puertas del comedor. Han entrado hombres y mujeres sobre todo de mediana edad. Por su aspecto, algunas de esas personas vienen de distintos países, y en muchos casos duermen en la calle.
Para atenderlos, lo único que se les pide es tener algo que les identifique. Bajo un frío de invierno importante, esta mañana han hecho cola en Sevilla para no quedarse sin un plato de comida, aunque el equipo de Pino replica perfectamente el milagro de Jesús multiplicando panes y peces (Mateo 14:13-21) y nadie, absolutamente nadie, se queda sin comer. Cómo lo consiguen parece un milagro de Navidad, pero lo hacen todo el año, y eso sí que es milagroso.