Leonor vuela sola; el Rey mantiene el mando
El nivel de exposición de los Reyes, su frecuencia de apariciones públicas y una agenda a la que siempre revientan las costuras, hace muy difícil elegir la foto fija de la Corona este 2025. Como cada año, Felipe VI y Doña Letizia han mantenido un ritmo imposible que hace pensar que se quieren ganar a los españoles, sí, pero que planean hacerlo uno a uno.
Abrieron el año con dos viajes memorables a los campos de concentración de Auschwitz y Mauthausen. Lo hicieron en el marco de los actos previstos por el Gobierno para conmemorar el 50 aniversario de la llegada de la democracia a nuestro país. Una vez más, lo que comenzó como una aparente trampa de Moncloa que devolvió la tensión a la relación con Zarzuela, terminó siendo uno de los «hits» del año para la Monarquía.
La imagen de los Reyes rodeados de banderas republicanas en el campo austriaco al que fueron deportados miles de represaliados republicanos fue de una potencia que será difícil de superar. Era la estampa viva de la reconciliación bajo una institución que manifiesta su vocación de unir a todos los españoles.
Con permiso de los Reyes, la Princesa Leonor ha compartido escena como nunca en el año de su 20 cumpleaños. Podría decirse que en 2025 la Corona ha dejado de «preparar» a la Heredera para empezar a mostrarla. No de golpe, claro, no como un recurso estético, sino con método y una estrategia que se antoja acertada. Y, sobre todo, con una idea muy clara: Felipe VI consolida a su sucesora cediéndole espacio (literal y simbólico) pero sin abandonar el mando.
Este año que termina ha sido el de las metáforas náuticas y los términos marineros, el de verbos que algunos no habíamos conjugado nunca en un artículo y que nos quedaban algo lejos. La guardiamarina Borbón pasó seis meses de navegación a bordo del buque escuela «Juan Sebastián de Elcano» junto a sus 75 compañeros (solo ocho de ellos mujeres) con lo que compartió estrecheces y guardias, juras de bandera, escapadas y tantas cosas que nunca sabremos pese a que fue una travesía radiada y seguida muy de cerca, tanto por los de aquí como por los de allí. Un viaje que, instrucción militar aparte, se antoja un rito de paso, una iniciación para el mundo de exposición y visibilidad en el que Doña Leonor, a sus 20 años, comienza a aventurarse de lleno.
Es verdad que 2025 también dejó una lección incómoda: la presión mediática y la frontera difusa entre interés público y acoso. La Casa del Rey dio un paso que no es menor: presentó una denuncia por primera vez por la difusión de imágenes privadas obtenidas y filtradas de manera irregular durante una escala en Punta Arenas. Fue una señal a navegantes; aunque Doña Leonor haya protagonizado una portada en bikini, no se va a normalizar que a la Heredera se la trate como carne de paparazzi. La Princesa de Asturias termina su formación militar en la Academia del Aire de San Javier (Murcia) el próximo mes de julio antes de comenzar sus estudios superiores en septiembre. Todo apunta a que lo hará en una Universidad pública española, aunque aún se desconoce cuál será la carrera elegida.
Felipe VI ha empezado a retirarse ligeramente para ceder el paso a su primogénita en determinados actos. Un ejemplo muy elocuente fue el de los Premios Princesa de Asturias a finales del mes de octubre. Por primera vez, fue ella quien pronunció el único discurso en el Pueblo Ejemplar que siempre visitan tras la ceremonia de entrega de los galardones. La decisión no fue un mero detalle, sino una manera de escenificar que la Princesa no está solo «acompañando», está representando.
También fue en la ceremonia de los Premios Princesa de Asturias donde Leonor afinó tono y mensaje.
En uno de los pasajes más comentados de su intervención, apeló a «salir de la trinchera», «sacudirnos el miedo» y «construir confianza» como condición para el progreso compartido. No fue solo retórica, más bien una manera de hablar el idioma institucional de su padre, pero con un timbre propio. El mismo Felipe VI dejó abierta la puerta en su propio discurso (que sonó a despedida) a que sea la Heredera quien presida en solitario la próxima edición de los premios que llevan su nombre.
Y después de Asturias llegó, por fin, Navarra. El estreno de Leonor en el Principado de Viana, otro de sus títulos, llevaba años de retraso por una suma de política autonómica, incomodidades y cálculos electoralistas. La primera visita de Leonor a Pamplona como Princesa de Viana cerró una anomalía y abrió una etapa, otra más. Allí, la Heredera verbalizó lo esencial: «Este título me compromete y responsabiliza». Es la frase de alguien que entiende a la perfección cuál quiere que sea su lugar en la historia.
Mientras Leonor se consolidaba por dentro, Felipe VI mantuvo la otra línea estratégica: la proyección fuera de nuestras fronteras, donde la Corona funciona como herramienta de la política exterior del Estado. En septiembre, los Reyes realizaron su primera visita a Egipto en un contexto de tensión máxima por la guerra en Gaza en un viaje considerado valiente por el explosivo contexto geoestratégico.
Y en noviembre llegó el gran destino político del año: China. Primera visita de Estado de Felipe VI y Letizia como Reyes, con Chengdu y Pekín en el itinerario. Aquí se vio de manera cristalina algo que en ocasiones la opinión pública olvida: la agenda real la diseña el Gobierno. La carga ideológica y táctica del destino en pleno acercamiento del presidente Sánchez a China era imposible de ocultar. El episodio más delicado fue la ofrenda floral en Tiananmen junto a Xi Jinping. Fuentes diplomáticas la interpretaron como «peaje» y como gesto de acercamiento en una plaza cargada por la matanza de opositores historia de 1989 y por la narrativa oficial del régimen.
No hay duda de que el final de 2025 ha sido amargo para Felipe VI. La publicación de las memorias de su padre, que no fue invitado a los actos del 50 aniversario de la restauración de la Monarquía, fue una nota triste. Sin embargo, lo que causó una reacción inédita de Zarzuela fue la difusión del vídeo grabado por Juan Carlos I para promocionar el libro. «Ni oportuno ni necesario», dijeron en la Casa del Rey. Ni sentido ni sensibilidad.