Este es el curioso origen del típico aguinaldo navideño que todos conocemos
De pavos, mazapanes y favores pendientes: así nació una tradición que acabó convertida en la cesta de empresa
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El aguinaldo navideño no nació envuelto en celofán ni con una botella de brandy industrial presidiendo la caja. Tampoco tenía un catálogo previo ni una fecha fija de entrega. Fue, durante siglos, un intercambio mucho más directo, casi crudo: comida a cambio de servicios, regalos comestibles para saldar deudas morales y sociales antes de que acabara el año.
En la Navidad en España, especialmente a partir del siglo XVIII, la comida se convirtió en moneda simbólica. Pavos, capones, chorizos, vinos o mazapanes no solo llenaban mesas, también reforzaban vínculos. Y ahí es donde el aguinaldo empieza a tomar forma.
El origen del aguinaldo: cuando la comida era el regalo
El origen del aguinaldo está estrechamente ligado a la vida cotidiana y a los oficios. Durante las semanas previas a Navidad, barrenderos, serenos, panaderas o costureras enviaban tarjetas sencillas —mucho más prácticas que sentimentales— para felicitar las Pascuas y, de paso, recordar que tocaba el aguinaldo. Podía ser dinero, pero lo habitual era que fuera en especie.
En una época en la que el pavo ya se había consolidado como plato central del 25 de diciembre, estas aves se convertían en un regalo habitual. Se compraban vivas en ferias y mercados —como San Tomás en el País Vasco o la Fira de Capons de Valls— y no era raro verlas atadas junto al fregadero de casa, picoteando ajenas a su destino final.
El regalo gastronómico funcionaba como un lenguaje común. Así lo describe Ramón de Mesonero Romanos al relatar la Navidad madrileña de 1832: barriles de vino, pavos, capones o mazapanes de Toledo circulaban entre la burguesía como forma de agradecimiento. No hacían falta cartas elaboradas. El mensaje lo daba el producto.
Del aguinaldo a la cesta de Navidad
Con el tiempo, el aguinaldo navideño se institucionalizó. Los empresarios lo entregaban a los empleados, los señores a los criados y los tenderos a los clientes fieles. A principios del siglo XX, en ciudades como Bilbao, los ultramarinos regalaban auténticos lotes: turrones, jaleas de fruta, anís, ron, melocotón en almíbar. Si el cliente era especialmente bueno, el contenido crecía.
Ahí está el germen de la cesta de Navidad moderna. La transición fue casi natural. De regalar productos sueltos a agruparlos en un lote había solo un paso. Y muchos de los elementos siguen siendo sorprendentemente reconocibles hoy: conservas dulces, fruta en almíbar, alcohol y algún dulce navideño.
La cesta no nace como gesto corporativo frío, sino como prolongación de una costumbre social muy arraigada, ligada al agradecimiento y al cierre simbólico del año.
Tradiciones navideñas y desigualdad en la mesa
No todos vivían la Navidad igual. Mientras el pueblo intercambiaba aguinaldo navideño en forma de comida básica o dulces sencillos, las élites celebraban banquetes de otro nivel. El cocinero real Francisco Martínez Montiño describía en 1611 menús navideños de más de treinta platos para la corte, con pavos, capones, perdices, lechones, empanadas y dulces sin fin.
Para la mayoría, el postre se reducía al llamado “cascajo”: frutos secos, uvas, pasas u orejones. Aun así, el gesto del aguinaldo permitía, al menos por unos días, enriquecer la despensa y compartir mesa con algo especial. Esa función social explica por qué la tradición se mantuvo durante siglos.
Una costumbre que sigue viva, aunque haya cambiado
Hoy el aguinaldo navideño ha perdido su dimensión personal, pero no su significado. La cesta de Navidad sigue cumpliendo la misma función simbólica: cerrar el año, agradecer el trabajo y reforzar la idea de comunidad, aunque ahora llegue en una caja estándar y no de manos del tendero de confianza.
Entender el origen del aguinaldo ayuda a mirar con otros ojos esas cestas que aparecen cada diciembre. Detrás de la lata de melocotón, el turrón y la botella de licor hay siglos de tradiciones navideñas hechas de comida, favores y relaciones humanas.
Porque, al final, la Navidad en España siempre se ha explicado mejor desde la mesa. Y el aguinaldo, antes que un regalo, fue una forma muy concreta de decir gracias.