Marc Márquez, el ave fénix de MotoGP
La única misión de Marc Márquez desde el 19 de julio de 2020 al 28 de septiembre de 2025 era resurgir. Su mentalidad de campeón se impuso la obligación de cerrar en lo más alto la peor etapa de su vida deportiva. 1.897 días que van desde la caída de Jerez en la que se rompe el húmero hasta el GP de Japón 2025, cuando se colocó la corona de laurel de su noveno título mundial, el séptimo de MotoGP. «Va bien recordar de dónde vienes. Ha sido más duro de lo que tocaba, más de lo que le deseo a nadie, pero el insistir me ha llevado al año más bonito de mi carrera. Y vivirlo con mi hermano Álex lo ha hecho mejor», dice ahora el «93», con la misión ya cumplida y después de haber llorado de rabia, de impotencia y también de felicidad.
2025 ha vuelto a ser el año de Marc, dominador como en sus mejores tiempos subido a esa Ducati por la que hizo una apuesta a todo o nada. En realidad, no le quedaba otra, porque en Honda no podían darle una máquina competitiva y, además, la que le ponían a su disposición era una trituradora de carne, que le ponía en riesgo cada vez que lo escupía con violencia contra el asfalto. Márquez lo había hecho todo desde el punto de vista físico para recuperar el potencial en el brazo derecho, con cuatro operaciones y una última en Estados Unidos en la que le rotaron el húmero varios grados.
Había tenido que luchar también con la diplopia (visión doble), así que no le valían medias tintas, necesitaba saber si realmente podía volver a ser competitivo o todo se tenía que terminar. Renunció a muchos millones de euros para ir a un equipo satélite, a un lugar que no le correspondía por su dimensión como piloto. Era un plan a largo plazo que se ha ido cumpliendo, primero recuperando la felicidad en Gresini junto a su hermano y después saltando a la mejor moto de la parrilla, la Ducati con la que ha acribillado a todos sus rivales en un 2025 de récord: 11 victorias en 18 carreras, con 8 poles y 9 vueltas rápidas. Además de 14 triunfos en las Sprint para 545 puntos, más que nadie en la historia de MotoGP. Consiguió el título a falta de cinco carreras, en Japón, la casa de Honda, una manera de cerrar el círculo. «No quería que la lesión marcara mi carrera deportiva. Que la ha marcado, pero es una experiencia. Yo he conseguido ganar al menos uno. El error fue volver a Jerez, no la caída. No quería que se viera marcado en mi vida», insistía el día en el que Dazn estrenaba el documental sobre su regreso. Estaba empeñado en sacarse esa espina de precipitarse en su regreso tras la fractura. De querer correr cinco días después y que casi le obliga a la retirada.
Aquella decisión le metió en un túnel de quirófanos e impotencia, porque en algún momento no era capaz ni de agarrar un vaso de agua con el brazo derecho. En 2019 estaba en lo más alto, dominando con su sexto título de MotoGP, pero el destino le frenó en seco durante seis años, hasta que el ave fénix vestido de rojo ha desplegado las alas con la novena corona, la que le coloca al mismo nivel que Valentino Rossi. Después del título reconoció que no le apetecía volver a subirse a la moto siete días después, que estaba vacío después de un esfuerzo tan enorme. Algunos temieron que estuviera hablando de una retirada cercana, pero nada de eso. «Después de este Mundial, la lesión se está recuperando bien y si no hay imprevistos, tengo que seguir sumando», explicaba sobre la fractura en el hombro en Indonesia, la que le ha apartado de las últimas cuatro citas del curso. Un imprevisto que llegaba en el mejor momento, ya con la misión cumplida. «Muchos deportistas tienen que parar, pero por su cuerpo, no por las ganas de seguir. De momento, para 2026 estamos con ganas», avisa sobre lo que viene.