Elecciones en Ecuador: ¿Aviso de tragedia o fiesta de la democracia?
LA HABANA, Cuba. – Este domingo 7 de febrero habrá elecciones generales en Ecuador. Ese día, poco más de 13 millones de personas están habilitadas y empadronadas para votar por los candidatos a Presidente y Vicepresidente de la República (cargos que representan el “premio gordo” de los comicios); también por los miembros de la Asamblea Nacional y los diputados al Parlamento Andino.
Dato curioso y excepcional: más de 22 000 de los potenciales electores son extranjeros avecindados en el país desde hace no menos de cinco años. También votan los ciudadanos residentes en el exterior, cuyo número es mucho más significativo: más de 400 000. (Un ejemplo que, en su día, será necesario seguir en Cuba, aunque en nuestro caso el número de esos electores sería muchísimo mayor).
Como suele suceder en los países de Nuestra América, la atención se centra en las elecciones para Presidente de la República. En esta oportunidad, los votantes podrán escoger entre la friolera de dieciséis binomios. La cifra parece excesiva, pero como cubano impedido de votar por el Jefe de Estado y que tampoco puede escoger entre distintos candidatos a diputados, sólo puedo repetir la frase popular: “Más vale que sobre, y no que falte”.
Pese a esa abundancia de fórmulas presidenciales, las encuestas coinciden en que son tres —en puridad, sólo dos— las que cuentan con posibilidades reales de obtener el “premio gordo”: las del socialista Andrés Arauz y el liberal Guillermo Lasso. En las quinielas también se menciona al abogado indígena Yaku Pérez, pero todos los sondeos de opinión le asignan a este el tercer puesto, con más o menos la mitad de los votos previstos para los dos primeros.
Arauz fue escogido personalmente por el expresidente Rafael Correa, ahora en Bélgica, donde se esconde de la justicia de su país. La condición de fugitivo del autoritario e irascible político que se desempeñó como mandamás del Ecuador durante un decenio, le impedía presentarse como candidato. En vista de ello, decidió escoger a uno que reuniera las características que tan buenos resultados le dieron a él mismo cuando aspiró por primera vez a la jefatura del Estado en 2007.
Por ello su atención se centró en Arauz, también economista, igualmente joven (al extremo de contar con la edad mínima requerida para asumir la presidencia) y bien parecido. Tonterías tales como su falta de experiencia y el hecho de estar empadronado en el extranjero (en México, para ser más preciso) carecían de importancia. Lo fundamental era alcanzar de nuevo el mando supremo, aunque fuese a través de una persona interpuesta.
Por ahora (como diría Hugo Chávez), el más joven de los aspirantes a nuevo inquilino del quiteño Palacio de Carondelet parece reciprocar las atenciones de quien rigió los destinos del Ecuador durante diez años y lo escogió como candidato. Afirma que, de ser electo, él mismo sería el Presidente de la República, pero “el economista Correa será mi principal asesor”.
Por lo pronto, Arauz parece empeñado en imitar a la monarca española Juana la Loca, quien —según nos cuenta la Historia— a la muerte de su esposo Felipe el Hermoso vagaba con el ataúd de este por todo el reino. En el caso actual, como Correa está vivo, lo que hace el joven candidato es pasearse con un muñeco de cartón en tamaño natural de su futuro “asesor”.
En un reciente comentario consagrado al tema de estas elecciones, mi colega Carlos Alberto Montaner se pregunta si ellas serán una “fiesta de la democracia” o —por el contrario—una “tragedia”. Esto último porque —especula— si Correa “vuelve al poder por medio de Arauz, será para repetir el desastre de Venezuela. Por eso se habla de una terrible tragedia ecuatoriana”.
Coincido en que el triunfo de don Andrés sería un gran paso atrás en la política del país andino, pero no creo que ese candidato ni su mentor intenten “repetir el desastre de Venezuela”. Incluso es poco probable que, aun deseándolo, puedan hacerlo: es probable que Arauz, de ser electo, esté en minoría en la Asamblea Nacional. De hecho, Correa (al igual —por cierto— que Evo Morales en Bolivia) se cuidó mucho de imitar el pésimo ejemplo venezolano. ¡Hacen falta un Chávez, un Maduro, un Ortega o un Castro para entronizar tamaño desastre en la economía de un país!
En su comentario, Montaner también afirma que “Correa percibe a Arauz como su títere, como a su muñeco particular”. Dadas las circunstancias en que fue seleccionado el joven candidato don Andrés, es natural —y hasta inevitable— que sea así. Pero no es eso lo que importa. ¡Lo verdaderamente trascendental es cómo percibe Arauz a Correa!
Señalo esto porque la elección de Lenín Moreno, hace cuatro años, constituye un interesante antecedente. También el actual presidente fue escogido como candidato por Correa; igualmente este pensaba de aquel que no pasaría de ser un títere. Pero, como reza la versión familiar de un certero dicho popular: “Se cogió el rabo con la puerta”.
Una vez sentado en la poltrona presidencial, Moreno se negó a aceptar, como su titiritero personal, a su predecesor en el cargo. Fue él, y no Correa, quien empezó a repartir las lasquitas de lo que, en la política de la Cuba cordial, se conocía como “El Jamón”; o sea, los nombramientos para ocupar cargos públicos. Y utilizó esa potestad para librarse de la indeseable tutela de Correa, cuya persecución penal por los delitos cometidos no obstaculizó. Incluso se alzó con la jefatura del partido Alianza País, una hechura del exmandatario.
Por supuesto que Arauz tiene ante sí ese luminoso ejemplo. Él ni siquiera necesita, como Moreno, propiciar que Correa huya del país. Le basta con que la justicia ecuatoriana no le permita regresar (so pena de ser encarcelado). Si opta por garantizar la impunidad de su mentor y permitir que retorne al Ecuador; si consiente que este señor, desde el cargo de “asesor” que ahora le está prometiendo, sea quien decida la política ecuatoriana, bien tonto e incapaz sería.
Pero todo eso es una mera posibilidad, una simple especulación. Para verse ante esa disyuntiva, Arauz primero tiene que ganar la Presidencia de la República. Algo que, pese a su demagógico ofrecimiento de regalar 1 000 dólares a un millón de familias, no parece fácil. Aunque aún hay nostálgicos de Correa, son muchísimos más quienes aspiran a recorrer nuevos senderos. Y cabe esperar que, en la segunda vuelta que parece inevitable, todos ellos se unan tras la candidatura de Guillermo Lasso.
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