La marcha es el patito feo del atletismo. Su escaso reconocimiento en el día a día es una constante desde hace tantos años que incluso sus propios protagonistas, los principales afectados, ya ni pierden el tiempo en lamentarse. Es una especialidad en segundo plano, alejada de la aureola que rodea las luces de los estadios, donde ocurren las grandes gestas. No es distinto en España, pese a que sus marchadores no dejan de regalar jornadas para el recuerdo. Solo entonces abandonan su anonimato. Ocurrió también en Múnich, sede de un Europeo que ha comenzado de dulce para la delegación española. Miguel Ángel López , oro en los 35 kilómetros, y Raquel González , plata en la misma prueba, devolvieron la gloria a una disciplina que andaba de capa caída, deprimida después de marcharse de vacío del reciente Mundial de Oregon y de salir de los pasados Juegos de Tokio con tres cuartos puestos. Hoy vuelve a ocupar titulares después de una actuación majestuosa de los dos españoles. López, imperial, marchó en solitario durante treinta kilómetros para alcanzar la meta con más de dos minutos de ventaja sobre el segundo clasificado. González, quinta clasificada en Eugene, solo cedió ante la griega Antigoni Ntrismpioti, que también la precedió en el reciente Mundial. «Obviamente esto ayuda a la marcha en nuestro país», admitía López antes de subirse al podio. «Sabemos del nivel que tenemos y que somos una potencia europea». El éxito de ambos es el de toda una escuela, porque la marcha española, su metodología y dedicación, es un modelo a seguir desde hace más de cuatro décadas. Cuatro medallas olímpicas, 17 medallas mundiales y, con las de Múnich, 19 medallas europeas dan buena cuenta de ello. De sacrificio entiende un rato Miguel Ángel López (Llano de Brujas, Murcia, 34 años). Desde muy joven se acostumbró a pasar largas temporadas fuera de casa pensando en labrarse un futuro en el atletismo. Pudo dedicarse al baloncesto, pero acertó decantándose por el atletismo. Por aquel entonces, aún le costaba dinero. Acompañado siempre por José Antonio Carrillo, su entrenador, al que se pudo abrazar incluso antes de acabar la carrera, tal era su ventaja, López completaba jornadas de seis y siete horas de entrenamientos en altura, tanto en Sierra Nevada como en la estación francesa de Font Romeu. Reconoce que fue duro, aún lo es, pero fue la forma de que llegaran los éxitos, siempre en los 20 kilómetros. Bronce mundial en Moscú 2013, campeón de Europa en Zúrich 2014 y campeón mundial en Pekín 2015, su mayor logro. Sigue siendo el único oro mundial español del siglo XXI. López, claro, era una de las opciones más claras a medalla en los Juegos de Río 2016, pero allí intentó una machada que le salió mal. Quiso doblar, correr tanto los 20 kilómetros como los 50, y la jugada resultó un fiasco. Acabó lejos de la medalla en su prueba favorita (undécimo) y terminó abandonando en la distancia larga. Noticia Relacionada Atletismo estandar No Katir, plata en el 5.000 por detrás de Ingebrigtsen Javier Asprón El murciano, bronce mundial en 1.500, completa un verano de ensueño con el subcampeonato continental Después de aquello los resultados se evaporaron sin una razón clara. Simplemente, López ya no estaba para pelear con los mejores. Fue a partir de 2019 cuando empezó a recuperar sensaciones. Su boda con Daniela y el posterior nacimiento de su primer hijo, Daniel, le dieron un nuevo impulso. Y es uno de esos atletas a los que la nueva distancia de 35 kilómetros le ha venido bien. Es casi tan rápida como los 20 kilómetros, pero exige un punto más de resistencia que en su caso ha resultado una bendición. Pocos, salvo él y su círculo cercano, confiaban en que pudiera provocar una campanada semejante ocho años después de su primer título continental. Para el resto, su carrera estaba colmada. Él tenía claro que le quedaba gasolina para más. Tras este éxito, López ya no ve tan lejos los Juegos de París. «Ya veremos...», deja caer con una sonrisa en la cara. Pero a su favor juega que el próximo año habrá otra vez Mundial. Una vez en marcha, ya no hay tiempo para parar. Con todo, tiene bastante claro lo que hará el día después. Estudia Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en la UCAM, que es también uno de sus principales apoyos económicos, y ve con buenos ojos dedicarse a entrenar a otros marchadores una vez se retire. Un físico privilegiado Con idéntica dedicación inició su carrera como marchadora Raquel González , al que su físico privilegiado le llevó casi de forma imperativa por el camino del deporte pese a que su profesor de gimnasia jamás le puso más que un suficiente. De los Lluisos de Mataró, el grupo de atletismo de su pueblo, saltó al CAR de Sant Cugat con apenas 15 años. María Vasco, una de las reinas de la marcha española, ya la había nombrado su sucesora. De nuevo una carrera de éxito había de construirse lejos del hogar. González trabajó esos años con José Marín, uno de los pioneros de la especialidad junto a Jordi Llopart o Mari Cruz Díaz, y con el tiempo se instaló en Madrid para trabajar en el CAR con José Antonio Quintana. Estudiante empedernida, es licenciada en Comunicación Audiovisual, tiene dos másteres (uno en Dirección de Comunicación y otro en Gestión Deportiva) y está en el camino de sacarse el tercero, un MBA en Dirección de Empresas que estudia también en la UCAM. También se ha labrado una provechosa carrera como conferenciante. Nutrición, readaptación deportiva o recursos motivacionales son algunos de los temas recurrentes que desarrolla en multinacionales, universidades o centros educativos. Con 32 años, el metal de Múnich supone su primer éxito en un gran campeonato internacional. Al igual que López proviene de los 20 kilómetros y la nueva distancia le ha espoleado en un año especialmente difícil para ella. Sufrió una mononucleosis a principios de año, y justo al volver del Mundial se contagió de Covid. En el breve intervalo entre ambos campeonatos se perdió varios entrenamientos, por lo que a su llegada a Múnich era un mar de dudas. No quiso decir nada para no dar pistas a sus rivales, pero el hecho de haber podido pelear por el oro casi hasta el final es un enorme triunfo para ella, y también para su familia. «Yo sufro, pero creo que ellos lo hacen mucho más», admitía poco después de colgarse la plata.
