El cierre del Gobierno norteamericano llega hoy a su jornada número 28 sin un final en el horizonte y una situación cada vez más dramática para las familias de los 800.000 funcionarios suspendidos de sueldo y todos aquellos contratistas que dependen de uno de los nueve ministerios clausurados. No son esas penurias, sin embargo, lo que ayer hizo reaccionar al presidente, sino la amenaza de perder la oportunidad de dar un discurso que cada año ven más de 40 millones de telespectadores.
La nueva presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, pidió el miércoles al presidente que aplace su discurso anual sobre el Estado de la Unión o que lo sustituya por una carta, ya que el cierre de la Administración ha obligado a prescindir de numerosos agentes de seguridad en el Capitolio. Era una argucia para molestar a Trump, quien valora especialmente esas oportunidades de dirigirse a los votantes sin tener que pasar por el filtro de los medios de comunicación.
Trump estalló ayer. No respondió a la petición de Pelosi de aplazar el discurso, pero le mandó a esta una carta como nunca antes ha enviado la Casa Blanca al Capitolio. El presidente, con una buena dosis de sarcasmo, se saltó todas las normas de protocolo para con la cabeza del poder legislativo y la segunda persona en su propia línea de sucesión.
«Señora presidenta», decía Trump en su carta, «debido al cierre, siento informarle de que su viaje a Bruselas, Egipto y Afganistán ha sido pospuesto. Ya volveremos a programar esta excursión de siete días cuando acabe el cierre. Dado que hay 800.000 grandes trabajadores americanos sin sueldo, estoy convencido de que estará de acuerdo con que procede posponer este evento de relaciones públicas. Creo que durante este periodo, sería mejor si se quedara en Washington negociando conmigo y se uniera al movimiento para acabar con el cierre aceptando fronteras más seguras. Obviamente, si prefiere mantener sus viajes con vuelos comerciales, está en su derecho de hacerlo».
El presidente tiene la potestad de negar apoyo militar a los desplazamientos del presidente de la Cámara de Representantes, de cuya seguridad en el extranjero se encargan las fuerzas armadas. Sin embargo, no se recuerda en Washington que un presidente trate de cancelar un viaje de tan alto perfil, como Trump hizo ayer. Es cierto que nunca antes la Cámara le ha negado al presidente la oportunidad de dirigirse al Capitolio en el tradicional discurso del Estado de la Unión, que este año estaba programado para el 29 de enero.
Horas después de darse a conocer la carta enviada a Pelosi, la Casa Blanca anunciaba que el presidente Trump anula también el desplazamiento, la semana próxima, de la delegación estadounidense al Foro de Davos, en Suiza. El motivo es el mismo: el cierre del Gobierno.
Mientras Trump y el Capitolio siguen sin llegar a un acuerdo, el Gobierno languidece. Cada día crece el absentismo de los agentes de seguridad en el transporte, lo que está provocando largas colas en los controles de seguridad de los aeropuertos. Ayer, el Departamento de Estado consiguió reunir fondos para pagar a los 8.000 diplomáticos que han estado suspendidos hasta ahora de trabajo y sueldo, lo que saca de momento de peligro la petición y renovación de visados.
