Vampiros: de Hesíodo a Netflix
Aunque expertos como Blandine Le Callet defienden en Magazine Littéraire la tesis de que los vampiros no son una invención de las letras y sí un producto de la imaginación popular, milito en el bando de los que creen que ese conocimiento legado por vía oral entre generaciones tiene un valor literario aun sin haber pasado por una vieja tablilla o un pergamino. Hay que recordar que ya en los comienzos de nuestra era el gran Publio Ovidio Nasón (43 a. C.-17 d. C.) da cuenta de esa especie en el Libro VI de Faustos.
Hallo este singular relato en la página 411 de Textos mitológicos, obra del poeta romano, editados por Gredos: “Hay unos pájaros voraces, no los que engañaban las fauces de Fineo (se refiere a las harpías) con los manjares, pero tienen la descendencia de ellos. Tienen una cabeza grande, ojos fijos, picos aptos para la rapiña, las plumas blancas y anzuelos por uñas. Vuelan de noche y atacan a los niños, desamparados de nodriza, y maltratan sus cuerpos que desgarran en la cuna”.
Continúa Ovidio: “Dicen que desgarran con el pico las vísceras de quien todavía es lactante y tienen las fauces llenas de la sangre que beben. Su nombre es ‘vampiro’ (striges, estrige o lechuza en español), pero la razón de este nombre es que acostumbra a graznar (stridere) de noche en forma escalofriante”.
Cuenta entonces el poeta cómo una de estas bestias, viejas brujas transformadas en pájaros, se metió a la habitación de Procas (de cinco años, que llegaría a ser rey de Alba Longa), botín fresco a quien chuparon el pecho con sus lenguas voraces en medio de los gritos de dolor y socorro del chico, curado después por un extraño canje de entrañas de puerco.
La fascinación tiene, pues, larga data, con diferentes versiones del monstruo en una multitud de culturas, si bien el personaje con las características que hoy estamos más familiarizados, sobre todo con el creado por Bram Stoker, parece tener su origen en la región de los Balcanes, en el siglo XVIII, muy lejos de otro poeta antiguo, Hesíodo, el griego que debió escribir por el 700 a. C. el siguiente pasaje en El escudo, contenido en el libro Teogonía, también editado por Gredos: “Detrás de ellos, rechinando sus blancos dientes, las sombrías keres de terrible mirada, tremendas, sanguinarias y espantosas, reñían por los que iban cayendo. Todas a una se lanzaban a beber la negra sangre; tan pronto como cogían a uno ya muerto o que caía recién herido, echaban sobre él al mismo tiempo sus largas uñas; y su alma bajaba hacia el tenebroso Tártaro. Luego aquellas, cuando saciaban su corazón de sangre humana, lo tiraban hacia atrás y regresando se precipitaban en el tumulto y fragor del combate”.
En nuestro siglo XXI la predilección por el vampiro no cesa, aun con el éxito que han tenido diversas sagas de zombis, y el cine y la televisión continúan cautivando a un público deseoso de sangre. Hace un par de semanas, por eso, Netflix ha lanzado V Wars o Guerras vampíricas, serie basada en la novela gráfica de Jonathan Maberry. De Hesíodo a Netflix.
@acvilleda