![](https://static4.abc.es/media/play/2020/03/27/cabedos-U82676641078jfa-620x349@abc.jpg)
Es activar la máquina del recuerdo y vuelve, diáfano, con la fuerza del corcho de champán que abres tras veinte años resistiendo la presión, el inolvidable estribillo: «Lo que necesitas es amor / lo que necesitas es amor / todo el mundo necesita amor / lo que necesitas es amor / uooooo / lo que necesitas es amor / uoooooo / Solo amoooooor». No me he quitado de la cabeza esta tonadilla desde que la he vuelto a escuchar. No descarto incluso ponerla como sintonía del móvil. El amor en los tiempos del coronavirus es más necesario que nunca.
«Muchas gracias y mucho amor», nos recibía
Isabel Gemio
en el plató, donde la mayoría era siempre femenina, igual que detrás de la pantalla. Se había hecho popular presentando el concurso de Televisión Española «3x4», donde había sustituido a Julia Otero, pero fue «Lo que necesitas es amor», estrenado en octubre de 1993 en Antena 3, el espacio que la llevó a lo más alto de la popularidad.
Más últimas que primeras oportunidades
La mecánica del programa, que reinaba en audiencia la noche de los domingos, era sencilla. Gente de la calle que recurría al programa para recuperar a su pareja o para conquistar a la que quería que fuese su pareja. Se pedían más últimas que primeras oportunidades, dicho esto sin recurrir a la estadística, solo tirando del disco duro cerebral. En muchas ocasiones el espectador intuía que había mar de fondo en alguna relación, y deducía que no habría «happy end», pero esas veces eran las menos, porque cómo no iba a estar mal visto el triunfo del desamor en un programa que llevaba «amor» por apellido.
Aunque había más secciones, la central era aquella en la que la caravana del programa tomaba rumbo hacia una localidad determinada. Una vez allí, a veces entrevistaban a los dos protagonistas o bien a uno de ellos. El pretendido/a era el que daba más juego. A veces, la presentadora irrumpía en la casa o en el trabajo del pretendido/a, y aquello recordaba la escena final de «Oficial y Caballero», solo que en vez de Richard Gere entraba
Isabel Gemio
, y como Cupido, no como novia.
Los pretendidos siempre aceptaban subir a la caravana con Gemio. Una vez en aquel espacio angosto –ésa era la impresión– le ponían un vídeo («mensaje» le llamaban) en el que veían cómo –habitualmente entre lágrimas o con voz quebradiza– le suplicaban perdón o amor. O las dos cosas. «¿Sabes quién es?», preguntaba siempre Gemio antes de darle al «play».
A veces, la resolución era al momento, en la propia localidad. En otras ocasiones el programa se manejaba en dos espacios temporales, y toda la parte grabada en el exterior la veían en el plató el pretendiente junto a la presentadora. Y la tensión era máxima durante unos minutos, aquellos en los que se decidía si el amor triunfaba. De ser así, el pretendido aparecía en el plató y había beso, y todos eran felices y comían perdices. De no ser así, Gemio hacía perfectamente el papel de mejor amiga.
Bodas y natalicios
De vez en cuando el programa hacía balance. Así a los tres años de estar en pantalla, en febrero de 1996, presumía de haber propiciado «14 bodas y 16 natalicios». Para entonces ya no estaba al frente la Gemio (con el éxito de «Lo que necesitas es amor» se había ganado el «la» delante de su primer apellido), sino Jesús Puente. Prestigioso actor teatral y de cine, se había convertido en un rostro habitual de la entonces llamada «caja tonta» gracias a su papel de Cupido en «Su media naranja», un programa de Telecinco que merecería capítulo especial en esta nostálgica serie.
Con un Ondas bajo el brazo, Puente dio el salto a Antena 3 para ponerse al mando de la caravana de «Lo que necesitas es amor» a partir de septiembre de 1994. Lo hizo a una edad (64) en la que otros estaban al borde de la jubilación. Los cambios de presentador suelen afectar a las audiencias para mal, pero no fue así en este caso, pues el seguimiento incluso aumentó. Más de 6 millones por programa llegó a reunir Jesus en esta nueva etapa, que se extendió durante cuatro años.<iframe src="//www.youtube.com/embed/lfbLg3Mn2xw?wmode=transparent&jqoemcache=ShryM" width="425" height="349" allowfullscreen="true" allowscriptaccess="always" scrolling="no" frameborder="0" style="max-height: 600px;"></iframe>
«No pesan los años, pesan los kilos», decía un anuncio de finales de los años 80. Pero todos sabemos que no es del todo cierto. Los años pesan, claro que pesan, y más si eres fumador como lo era Jesús Puente, que sin embargo tenía una voz no demasiado cascada por la nicotina. Era, en todo caso, una voz que enamoraba, y por tanto muy a tono con el espíritu del programa.
El día en que 234 escalones se le hicieron eternos
El arriba firmante tuvo ocasión de acompañar al presentador durante una de sus misiones amorosas. No recuerdo si salió cara o cruz en el asunto amoroso, pero sí que Jesús nos permitió entrar en la caravana –sí, era angosta– y acompañarlo durante hora y pico. También me sorprendió lo pequeño que era el equipo del programa, no mucho mayor que el que desplegaban las teles locales de aquel entonces para cubrir un pleno municipal.
El plano estrella de aquel programa a cuyo rodaje asistí era uno que se tomaba desde la parte superior de la Torre de Hércules, el monumento coruñés que hoy es patrimonio de la humanidad gracias a César Antonio Molina. Abajo se iban a alinear unas motos formando una palabra que no recuerdo. Jesús tenía que subir hasta lo más alto acompañado del «sorprendido». Y fue entonces cuando ocurrió un momento que me dejó marcado: los 234 escalones se le hicieron eternos, y me lo encontré recostado, falto de respiración, pálido, estirado sobre una piedra del siglo I antes de Cristo, en uno de los niveles medios de la torre romana. «No puedo más», me dijo. Me acerqué asustado. La última muerte documentada en esa torre es la del gigante Gerión, sobre cuya cabeza cortada edificó la torre su verdugo, el mítico Hércules. Afortunadamente, la de Jesús no fue la segunda. Lo que necesitaba era un médico. Subí corriendo a avisar al equipo de Antena 3. No sé que le dieron, pero afortunadamente nuestro Cupido recuperó el color, el ánimo y la compostura.
«Lo que necesitas es amor» fue el último programa televisivo que hizo Jesús Puente, quien falleció de un ataque al corazón el 26 de octubre de 2000, tres o cuatro años después de aquel episodio hercúleo.