La Virgen del Rocío bajó de los cielos esta mañana
La capacidad de raciocinio del ser humano es limitada. Por ello, el poder de atracción, movilización y devoción de la Virgen del Rocío es tan difícil de explicar e incluso de comprender en plenitud que traspasa las fronteras de nuestro mundo . Sirva como ejemplo la curiosa estampa presenciada minutos después de que la Blanca Paloma abandonase su ermita a eso de las tres la pasada madrugada. Esta se llenó de personas que, arrodilladas en el suelo, se afanaban en recoger arena del mismo en pequeñas botellas de plástico. Arena del santuario pisada por los hombres de la Virgen, algo que debe de ser un objeto casi de culto para algunas personas y un auténtico ejercicio de fanatismo para otras. Lo cierto es que, desde el tramo final del santo rosario de las hermandades por las calles de la aldea, esta se encontraba en completa efervescencia, con movimiento, trasiego y una palpable emoción en todos los rincones. Un rosario que fue más ágil y ameno para las filiales gracias a las novedades incorporadas este año por la Matriz, como una hora de convocatoria más tardía para las hermandades más antiguas o un recorrido más corto y fluido. El fervor más o menos contenido durante la celebración de este piadoso acto explotó por completo a las 2:56 horas del Lunes de Pentecostés , justo cuando el simpecado de la primera y más antigua hermandad de Villamanrique se presentaba ante la puerta mayor del santuario. El esperado salto de la reja provocó que la aldea entera estallara en palmas y vivas, que se fueron reproduciendo como una ola por este enclave marismeño. Un mayor orden y menos caídas Fue una salida limpia, directa, certera. Los hombres de la Virgen se colocaron bajo sus andas y en cinco minutos de reloj cruzaron la puerta de la ermita con Ella. Los primeros compases de la procesión fueron toda una clase acerca de cómo llevar un paso . La patrona de Almonte cruzó rápidamente la explanada para buscar sus marismas y, posteriormente, comenzar la larguísima ronda de presentaciones ante los simpecados de las 127 filiales, comenzando por la de Huévar del Aljarafe, en cuya casa de hermandad se ofreció una petalada a la Blanca Paloma. La visión de su regio paso de plata navegando entre el mar de cabezas hacía pensar que uno se encontraba en otra tierra desconocida y lejana. La Reina de las Marismas en los primeros compases de su procesión Tamara Rozas Pero seguíamos pisando las arenas, y los romeros de Villamanrique también querían rezar la salve ante la Virgen del Rocío. Y también los de Pilas, y los de Coria, y los de todas las hermandades que esperaban pacientemente con sus simpecados colocados a lo largo del tradicional itinerario de la procesión. Todos ellos querían experimentar una vez más esa inefable sensación de bienestar que supone mirarla a los ojos aunque sea durante unos segundos. Una sensación que te transporta a otro plano de la existencia. Repicaban las campanas de La Puebla y Umbrete mientras la patrona de Almonte emergía de entre los acebuches , como cuando hace tantos siglos se le apareció a aquel joven cazador de la leyenda. Qué privilegio el suyo por ser el primero que vio a la Virgen del Rocío, probablemente el primer ser humano que conoció lo que era enloquecer de amor. De ahí, y después de tantos locos que se han ido sucediendo a lo largo de la historia rociera de generación en generación, tenemos la actual romería, tan singular como irremplazable. La emoción se desborda ante la Virgen del Rocío Tamara Rozsas Con menos caídas y golpes del paso que otras veces, el desempeño de los portadores de la Virgen del Rocío solamente quedó empañado, precisamente, en un fugaz instante en ese entorno del Acebuchal, donde dos energúmenos comenzaron a pelearse y amenazarse a pocos metros de la imagen y en plena bulla, sin que nadie apenas pudiera marcharse de la misma para evitar recibir un golpe por equivocación. Afortunadamente, todo quedó en susto. Previamente, los romeros de Umbrete habían ofrecido una colosal lluvia de pétalos rosas para la patrona almonteña. Ni el frío pudo con el fervor rociero La noche avanzaba y la procesión también, manteniendo un ritmo más constante que el de otras ocasiones recientes y unos tiempos razonables para las numerosísimas presentaciones que se concatenaban en determinados momentos. El frío también jugó un papel destacado, puesto que inundó las calles centrales de la aldea de ponchos, polares y chaquetones . Poco a poco, y sin que el público decayera en ningún momento, empezó a despuntar la mañana, el momento de mayor frío de la jornada, pero también el que permitió que el paso se bañase con toda la luz virginal de la amanecida. Y cuando el sol quiso competir en lo más alto del cielo con la cara de la Reina de las Marismas, esta brilló como nunca a la luz del sol tras su restauración , culminada el pasado mes de diciembre, en vísperas de las fiestas navideñas. Más de diez horas pasaron desde su salida hasta que la patrona de Almonte regresó entre multitudes a su santuario. Hay cosas que escapan a nuestro control y la Virgen del Rocío es una de ellas. Todos los calificativos se quedan cortos , todas las vueltas que se le dé llegan a ninguna parte. Buscar las palabras más acertadas y la explicación más coherente a todo lo que supone la Blanca Paloma sería caer en la mayor de las soberbias. Está muy por encima de todo eso. Tanto que se sale del raciocinio de las personas, de nuestra capacidad de entendimiento. Es como si hubiera bajado de los cielos esta misma mañana. ¿Es fanatismo recoger arena del santuario? ¿Lo es acaso llorar sin remedio cada vez que se le ve la cara? ¿Y qué pasa con aquel que, de vuelta tras haberla acompañado en su procesión, y aun muerto de sueño, ya ha empezado a contar los días que faltan para volver a estar a sus plantas? Definitivamente, hay cosas que se escapan de este mundo . La única certeza en torno a la Virgen del Rocío es que no es obra humana.