Un edificio luminoso, flexible y completamente domotizado, levantado sobre lo que fue una antigua residencia escolar, alberga hoy uno de los proyectos más singulares de la Formación Profesional en España. El Centro Galego da Innovación da FP Eduardo Barreiros, con sede en Orense, se ha convertido en apenas tres años en un nodo estratégico en el que confluyen innovación aplicada, investigación, emprendimiento industrial y formación de alta especialización, con un objetivo doble: anticiparse a las necesidades del tejido productivo y trasladar ese conocimiento a las aulas para que toda la sociedad pueda aprovechar sus frutos. «El centro nace porque Galicia llevaba años trabajando en innovación aplicada en FP y necesitaba dar un paso más», explica Eugenia Pérez, directora xeral de Formación Profesional, a ABC en una visita al centro. Desde 2012, recuerda, los centros gallegos participan en convocatorias anuales de proyectos —'retos'— en colaboración con empresas. La creación del Eduardo Barreiros supuso concentrar y amplificar ese esfuerzo en un espacio pensado no solo para investigar, sino también para transferir resultados y formar al profesorado en tecnologías emergentes. El edificio en sí es una declaración de intenciones. Rehabilitado con criterios de eficiencia y versatilidad —premiados por el Colegio de Arquitectos—, cuenta con energías renovables, tejados vegetales y un diseño abierto que permite reconfigurar espacios según las necesidades de cada proyecto. «Queríamos un centro capaz de adaptarse a lo que venga», resume Susi Carnero, su directora. «No solo innovar por lo que se hace dentro, sino por el concepto mismo del edificio». La actividad se articula en cuatro grandes áreas: innovación e investigación aplicada, emprendimiento industrial, formación de alta especialización e internacionalización. Dentro de la primera se despliega un abanico de proyectos que van de la ciberseguridad industrial hasta la biotecnología, pasando por formas adicionales para generar energía en un vehículo eléctrico —de la presión de las ruedas al aire que entra por las turbinas— o la gastronomía multisensorial, basada en recrear los entornos de denominaciones de origen ajustando temperaturas, olores y paisajes virtuales . En el espacio que se dedica al primer punto, la seguridad informática, conviven un puesto de ciberataque y un centro de control que monitoriza los casos de amenazas reales que se producen a escala mundial. La novedad está en la capacidad no solo de experimentar con los ataques informáticos, sino de comprobar su impacto real sobre una cadena de producción industrial y medirlo en un gemelo digital. «Hoy un ciberataque no solo roba datos, puede parar una fábrica entera», señala Carnero. Y el objetivo es formar en prevención, detección y respuesta, replicando escenarios reales en el mismo edificio. En biotecnología, el centro trabaja en proyectos muy ligados a sectores estratégicos del panorama gallego. Uno es el desarrollo de un citómetro virtual aplicado al sector del vino, que permitirá entrenar una inteligencia artificial capaz de analizar parámetros enológicos, como los niveles de bacterias, y ofrecer resultados predictivos a bodegas. Otro investiga las propiedades de los barros de la localidad alfarera de Niñodaguia y de aguas termales gallegas para tratamientos cosméticos, en colaboración con empresas y el sector turístico. Como los del resto de su catálogo, estos «son proyectos pensados para transferirse al tejido productivo», recalca Eugenia Pérez. El Eduardo Barreiros no es un centro al que el alumnado acude de forma periódica. Su función es, por un lado, ofrecer a los estudiantes medios para desarrollar sus líneas de trabajo a su ritmo; y, por otra, formar al profesorado en alta especialización y dotarlo de herramientas que después trasladen a sus centros. Uno de los ejemplos más claros es el desarrollo de simuladores con inteligencia artificial para el aprendizaje de vocabulario técnico en inglés, adaptados a cada familia profesional. La aplicación permite recrear situaciones reales —un taller, un restaurante, una consulta— en las que el alumnado interactúa con avatares que reaccionan en función de su cargo, su actitud o el vocabulario que usan. El sistema analiza gramática, pronunciación y fluidez y ofrece un feedback personalizado. «No existe ninguna plataforma que permita aprender inglés profesionalizado por sectores de FP», apunta Carnero, pese a la importancia de incorporar esta diferenciación: «No se habla igual con un cliente que con un paciente». La lógica es la misma que en otros proyectos: situar al alumno ante problemas reales que cuesta replicar en un aula convencional. «Aumenta la motivación y la fluidez, se sueltan», constatan sus desarrolladores. Otro de los pilares del centro es el área de emprendimiento industrial. A través del programa InnovaTech FP, empresas lanzan retos tecnológicos que el alumnado desarrolla con el acompañamiento de asesores del centro. El resultado: 24 líneas de investigación en marcha, la primera patente registrada desde la FP en la Oficina Española de Patentes y Marcas y la creación de empresas como Escoitatech o RQR, ya consolidada. «El acompañamiento no termina en el prototipo», explica Carnero. «Analizamos si es patentable, gestionamos la protección y ayudamos a constituir la empresa». El centro trabaja además en un decreto pionero para regular la propiedad industrial e intelectual en la FP gallega, un vacío normativo que hasta ahora solo cubrían las universidades. Con más de 280 actividades de formación de alta especialización impartidas, 4.800 plazas y visitas de delegaciones de otros países y comunidades autónomas, el Eduardo Barreiros se está convirtiendo en un referente nacional. «No conocemos otro centro de FP que desarrolle esta combinación de innovación aplicada, metodológica e internacional», afirma su directora. El reto, coinciden, es seguir anticipándose. «Tenemos que ir por delante de la industria», resume Carnero. «Cuando las empresas piden perfiles, la FP tiene que haberlos formado dos años antes». El centro tiene apenas tres años, pero ya presume de casos de éxito: una empresa ya consolidada, otra en desarrollo y nada menos que la primera patente registrada en España nacida en el sistema de FP. Santiago Rodilla, María Eugenia López, Desiré Narciso y David Gallego, estudiantes del CIFP Valentín Paz Andrade, en Vigo, son las jóvenes promesas que han sacado adelante Netclean, un sistema de autolimpeza para rejas de fosas sépticas de zonas rurales. La idea nació como un reto académico planteado por Viaqua, pero adquirió dimensión real para ellos cuando el equipo pudo conocer sobre el terreno el funcionamiento de una fosa séptica y las condiciones en las que muchas operan en el rural gallego. El contacto directo con casos reales les permitió identificar el impacto de episodios de lluvias intensas y la falta de soluciones eficaces en núcleos pequeños y dispersos, donde no existen redes de saneamiento avanzadas. El equipo encontró el principal problema en la ausencia de sistemas de control y mantenimiento automatizado, lo que obliga a desplazamientos constantes de personal y dificulta una gestión eficiente. «No había sensores ni seguimiento remoto; muchas veces se actuaba cuando el problema ya estaba encima», comenta Santiago. Su solución se centró en la primera reja de filtrado, donde se acumula la mayor cantidad de residuos sólidos y se producen los vertidos cuando se colapsa. Tras unos cuatro meses de trabajo y un seguimiento continuo por parte de la empresa y del Centro Eduardo Barreiros, el proyecto desembocó en el registro de la patente como modelo de utilidad. «Nunca pensamos que llegaría tan lejos», reconoce el alumno. Ahora, el equipo se plantea constituir una empresa, animados por el interés que ya muestran varias entidades en desarrollar y comercializar el sistema.
