El pueblo español que no olvida uno de los grandes 'influencers' de viajes del mundo

Alan Estrada (Alan x el mundo), a sus 43 años (Tepatitlán de Morelos, México, 1980), es uno de los influencers de viajes más conocidos del mundo. Grabó su primer vídeo en 2007, una escapada de mochilero a China, pero no lo subió a internet hasta 2010. Desde entonces ha logrado unas cifras que entonces hubiera calificado como impensables: 3,6 millones de seguidores en YouTube, 1,8 millones en Instagram, 2,9 millones en Facebook, y unos 647.000 en TikTok. Ahora, acaba de publicar 'Viajar cambiará tu vida' (Geoplaneta) («yo no puse el título», aclara). A su éxito evidente quizá se le pueda encontrar una explicación en una de sus primeras respuestas: «El marketing es una de mis pasiones. siempre me llamó la atención cómo vender un producto, cómo generar nuevas audiencias». El mundo de la interpretación es otra de esas pasiones. En España alguien le recordará como parte del elenco del musical 'Hoy no me puedo levantar'. En México, como autor y director, tiene ahora en cartel otro musical, 'Siete veces adiós', y no descarta volver al escenario. De momento, la mayor parte de su tiempo lo dedica a viajar para contarlo. «Viajar cambiará tu vida». ¿De verdad? Yo no se lo puse, fue una decisión editorial. Propuse 'Viajar podría cambiar tu vida', porque no creo que el simple hecho de coger un avión te modifique la vida. Creo que las decisiones que tomas al hacer ese viaje es lo que puede modificarla. Viajar ha cambiado mi vida totalmente, es una realidad. Pero, tal como se comporta hoy el turismo, uno puede salir de casa, irse un mes y regresar siendo igual de imbécil. Viajar te hace más feliz, te hace entender el mundo. ¿Tienen algo de verdad alguna de esas frases hechas? Viajar puede hacer todo eso. Puede, pero me parece arriesgado pensar que es inherente a un viaje. No, no. Viajar te da muchos regalos, pero tu experiencia depende de tus decisiones. Puedes comer en un localito, en puestos callejeros o en una hamburguesería estadounidense. Y cada cosa que haces o no haces implica una forma diferente de disfrutar la experiencia. Su vida sí cambió en un viaje a la India. ¿Qué pasó? Lo que me transformó en ese viaje, más que el destino, fue quién era yo en aquel momento. Me enfrenté a mi ignorancia, a mi estrechez de mente, a mis prejuicios. Se me ocurrió ir a la India cuando antes solo había ido a Disneyland. Fue una salida brusca de la zona de confort, de alguna forma violenta, como si alguien me dijera 'bienvenido al mundo'. Ese viaje rompió esa burbuja, y pude acercarme a otras vidas, colores, sabores. ¿Quizá se había cansado del mundo de la farándula? Dedicarme a los viajes no fue una válvula de escape. Empecé a rechazar proyectos como actor porque necesitaba viajar. Ver otras culturas te alimenta como artista. Pero ir a la India, además de la emoción, me afectó por la incomodidad... con el clima, con la comida, con la cultura. No fue placentero, pero me hizo aprender, me despertó. Yo vengo de una familia tradicional, católica, y cuando llegas a un lugar en el que ves a un dios con cabeza de mono, piensas 'qué está pasando'. ¿Desde el principio imaginó que esto iba a ser un trabajo? Lo deseaba. Mi sueño era que Discovery Channel me encargara un programa de viajes. No sucedió, así que me lo inventé. Empezó una democratización de los medios, y vi que había una ventana para este tipo de contenidos y empecé a subir mis vídeos, que eran los vídeos de mis vacaciones. Me ha resultado fascinante ver esa transformación. Me formé en los medios tradicionales, pero he realizo mi carrera en los digitales. Y ahí te das cuenta de cómo ha cambiado todo, para mi gusto de forma demasiado veloz. Cuando viajar es un trabajo... ¿pierde emoción? Sí, cambia la perspectiva. 2018 fue el año que más viajé, diez meses, y estar tanto tiempo fuera de casa me pasó factura en todos los aspectos de mi vida. Tuve que parar porque todo se empezaba a derrumbar a mi alrededor. Aunque para ojos ajenos era el trabajo soñado, para mí todo se estaba yendo al carajo. Entré en crisis existencial. Pero yo disfruto mucho mi trabajo. Por ejemplo, nunca he grabado en Madrid. Sé que si un día vengo y grabo, mi disfrute será otro. Hay unos gajes de mi oficio que son increíbles. ¿Cómo mantener el asombro después de ver tantas cosas? A mí me gusta revisitar sitios. Encuentro mucho disfrute en la tranquilidad de saber que ya estuve en la misma calle, tiene que ver con mi personalidad. En cuanto a la capacidad de asombro, creo que se renueva no comparando. Por qué comparar si ni siquiera tienes que elegir. No voy a comparar el Prado con el Louvre, estoy en Madrid, se trata de disfrutar mi presente. Con el paso del tiempo empiezas a asombrarte con cosas más pequeñas, cosas que antes no veías. Pasas de la emoción de lo grandioso a la de los detalles. ¿Tiene claro, después de tantos vídeos, qué funciona y qué no? No me fijo en eso. Intento ser útil. No intento hacer un viral, no, porque si me enfoco solo en lo que funciona tendría que sacrificar la calidad del contenido. Quiero que la gente llegue a mis vídeos porque encuentra utilidad en lo que encuentra. Los vídeos que hacía hace diez años en París duraban siete minutos, y los que hago ahora, de cara a los JJ.OO., duran media hora y muestro más cosas. ¿Un vídeo tan largo no funciona?, pueden pensar algunos. No me importa. ¿Cuál es su modelo de negocio? Nunca lo he escondido. Con la industria turística no hago negocios, no acepto dinero por hablar bien de ellos. Acepto invitaciones. Si me invita un hotel, y veo que entra dentro de lo que le podría gustar a mi audiencia, puedo ir, pero si no me gusta, lo voy a decir. Y me ha pasado. No intercambio cosas. Me siento muy libre. El dinero llega por la publicidad y por campañas de empresas no directamente relacionadas con el turismo, como bancos o móviles. Bajó al Titanic. ¿Por qué ese riesgo? -Pensé qué puedo hacer que le dé valor a mi audiencia, que sea un sitio al que no pueden ir. Estar a 3.800 metros de profundidad impone. Yo no lo volvería a hacer. Me pareció increíblemente costoso, y sentí que le faltaban cosas a la empresa, había cosas que ajustar. No sentí agobio. Incluso creo que hay algo oscuro en mí. Me decía: si yo me muero aquí, mejor morirme en una expedición épica a que se me atore un chicharrón en un puesto de comida. Usted utilizó el mismo sumergible que un año después tuvo un accidente mortal. ¿Qué sintió? -La noticia me desconcertó muchísimo. Había una parte de mí que decía no pueden estar perdidos porque no hay forma de rescatarlos. Me puse en contacto con una persona que estaba en el barco de apoyo. El teléfono sonaba a todas horas. Era una locura. Lo apagué agobiado, preocupado, para no contestar a nadie. No me sorprendió la tragedia, pero me dio mucha tristeza por todo lo que implicaba. Dos de las personas con las que bajé fallecieron. ¿Pude haber sido yo? Pude, sí, yo bajé en 2022, un año antes. Era consciente de que estaba arriesgando la vida, no era un secreto. ¿Le gusta el modelo de periodismo de viajes y el modelo de turismo de masas que mandan hoy? Creo que es innegable que las redes sociales han transformado la industria turística. Un sitio que se vuelve viral en Instagram asegura su estado financiero o su condena. Me cuesta trabajo entenderlo, pero así funciona, y a lo mejor yo he colaborado con ello. Hay dos responsabilidades, la de la industria y la del consumidor. Como consumidor tengo que ser consciente de que la mercadotecnia está influyendo en mi subconsciente. Si entiendo eso, podré consumir de forma diferente. La industria lo que necesita es vender, estés de acuerdo o no. En cuanto al turismo, hay una saturación, pero aún quedan muchos lugares que nadie considera visitar. Y las grandes ciudades donde van tantas personas a lo mejor necesitan un modelo de turismo como el de los parques Disney. En algún momento la Torre Eiffel tendrá que abrir veinticuatro horas. O el Louvre. Hay que adaptarnos. Detalle de la Catedral de Ciudad Rodrigo dedicada a Nuestra Señora Santa María JFA -No ha grabado en España, pero ¿algún sitio le atrae especialmente? -Pues sí. Estaba de gira con 'Hoy no me puedo levantar'. Fuimos a Salamanca, que me encantó. Un día me escapé a Ciudad Rodrigo y me quedé dormido en un banco delante de la catedral. No sabía ni dónde estaba. Me desperté y me quedé atrapado. Guardo ese lugar con un enorme cariño. Me encantaría grabar allí algún día. ¿El peor viaje de su vida? No lo tengo, afortunadamente. El que no he hecho. ¿Y sitios que le queden por conocer? Muchos. No conozco Turquía, Australia, me muero de ganas por ir a Irán... ¿Le cansa viajar solo? No soy alguien de extrañar. Me gusta viajar solo por el diálogo interno en el que entras automáticamente, porque encuentras respuestas. A mí me gusta mucho estar en silencio. Y la soledad es muy prolífica.