Julio Antonio Mella: lo que no cuenta la historiografía castrista
LA HABANA, CUBA. — A 95 años del asesinato de Julio Antonio Mella en México, el 10 de enero de 1929, en circunstancias no esclarecidas, su historia sigue rodeada de mitos, distorsiones, falsedades y ocultamientos.
Nacido en La Habana el 25 de marzo de 1903, hijo de un dominicano y una descendiente de irlandeses, fue inscrito como Nicanor McPartland. Mella, el apellido de su padre, lo adoptó al arribar a la mayoría de edad, cuando también se cambió su nombre por el de Julio Antonio.
En su adolescencia, quiso alistarse en el ejército norteamericano para combatir en la Primera Guerra Mundial, pero por no tener la edad requerida tuvo que conformarse con matricular en la habanera Academia Militar Newton.
En 1925, cuando se creó el primer Partido Comunista cubano, Mella fue de sus primeros integrantes, junto a Carlos Baliño, el español José Miguel Pérez y el polaco Fabio Grobart.
Por entonces, Mella, que tenía 22 años, estudiaba Filosofía y Letras en la Universidad de la Habana y llevaba casi dos años al frente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), era considerado por los dirigentes comunistas demasiado impulsivo, respondón, indisciplinado y con veleidades anarquistas.
La relación de Mella con el Partido Comunista, breve (poco más de tres años) y tormentosa, ha sido muy mal contada por los historiadores castristas.
Explica certeramente César Reynel Aguilera en su libro El Soviet Caribeño: “Las tensiones entre Mella y el Partido Comunista no fueron, como ha querido hacer creer la propaganda del comunismo cubano, simples diferencias de opiniones entre hombres aunados por una causa común. No. Esas tensiones fueron expresión de un conflicto profundo e insalvable entre la visión hegemónica del estalinismo de primera hora y la perspectiva cubana y latinoamericana que Mella siempre tuvo a la hora de luchar por la justicia social”.
Es falso que en agosto de 1925, en Cárdenas, Mella fue a nado hasta el carguero soviético Vaslav Vorovsky para obsequiar a los marineros rusos una bandera cubana en desagravio porque les habían impedido atracar en el puerto habanero. En realidad, Mella fue parte de un grupo de comunistas que alquilaron una lancha en Cárdenas para visitar el barco ruso, donde estuvieron cuatro horas, como refiere Ángel Ramón Ruiz, que fue uno de los visitantes, en su libro Cuatro horas bajo la bandera roja (Editorial Pueblo y Educación, 1968).
En diciembre de 1925, cuando lo arrestaron y acusaron de poner una bomba en el teatro Payret, Mella se declaró en huelga de hambre. Por hacer aquella huelga de 19 días, desautorizada por la dirección del Partido Comunista, Mella fue separado de sus filas en enero de 1926.
En febrero de 1926 Mella se exilió en México. Inmediatamente, los comunistas cubanos escribieron varias cartas al Partido Comunista Mexicano atacando a Mella y advirtiendo de su nocividad. Pero en febrero de 1927, a pedidos del Comintern, los comunistas cubanos readmitieron a Mella en el partido.
En 1927, cuando viajó a la Unión Soviética, Mella, al igual que Sandalio Junco, su compañero de viaje, no ocultó su interés por las propuestas de la Oposición de Izquierda que encabezaba León Trotsky.
De vuelta en México, Mella entró en contradicción con la línea estalinista del Partido Comunista Mexicano cuando este le impidió organizar una expedición que, partiendo de Veracruz, iría a Cuba a combatir contra la dictadura de Gerardo Machado. Mella presentó su renuncia, pero luego se retractó y fue readmitido en el partido, pero con la condición de que no podía ocupar cargos de dirección y tenía que acatar todas las disposiciones que adoptara la dirigencia partidista.
El encargado de disciplinar a Mella sería el italiano Vittorio Vidali, un pistolero encargado de los trabajos sucios del Comintern. A Vidali, que había estado en La Habana, los comunistas cubanos le advirtieron de lo conflictivo que podía resultar Mella.
Mella fue asesinado la noche del 10 de enero de 1929 tras recibir dos tiros de revólver calibre 38 mientras caminaba por una calle de Ciudad México en compañía de su amante, la fotógrafa Tina Modotti. La policía arrestó como sospechosos del asesinato a José Magriñat, José Agustín López y Antonio Sanabria, pero los liberó al no poder probar su culpabilidad.
Según indican investigaciones de historiadores mexicanos, la muerte de Mella convenía más a Stalin y el Komintern que al dictador Gerardo Machado. Y pudo ser un crimen pasional, ya que Vittorio Vidali, que tuvo varios altercados con Julio Antonio Mella, a quien acusaba de trotskista, había sido amante de Tina Modotti antes de que esta iniciara su tórrido romance con Mella.
La policía mexicana acusó a Tina Modotti y Vidali de estar involucrados en el asesinato, pero no pudo probarlo.
Tina Modotti reanudó su relación amorosa con Vittorio Vidali. Cuando esta fue deportada a Europa por las autoridades mexicanas en 1930, en el mismo barco viajó Vidali, con documentos de identidad falsificados. Ambos reaparecieron varios años después en la Guerra Civil española: Tina como asistente de Dolores Ibáburri (la Pasionaria) y Vidali como comisario político del Quinto Regimiento.
Varias veces escuché a María Luisa Laffita y su esposo Mario Vizcaíno, dos veteranos comunistas que eran muy amigos de mi familia, comentar acerca de las sospechas sobre las implicaciones de Tina Modotti y Vidali en el asesinato de Mella. María Luisa Laffita conocía bien a Modotti, porque junto a ella y la actriz María Valero, fungió también como asistente de la Pasionaria. Y Mario Vizcaíno fue quien vengó a Mella, ultimando en La Habana en 1934 a José Griñat.
No había dudas de que Griñat fue el asesino de Mella, lo que nunca se supo si actuó al servicio de Machado, de los estalinistas mexicanos o del celoso y despechado Vittorio Vidali.
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