El jueves el Valencia Basket debutaba en la Copa de la Reina ante IDK Euskotren. El equipo iba ganando cómodamente, pero las jugadoras enfilaron el túnel de vestuarios con el rostro serio. ¿El motivo? La cara más amarga del deporte: una lesión había obligado a la pívot Raquel Carrera a abandonar la pista en camilla antes del descanso. El pabellón Carolina Marín de Huelva quedó mudo. Parecía imposible que la gallega (Ourense, 2001), esa que todo lo combate sonriente y que todo lo resiste paciente, estuviera fuera de combate. Tras el descanso salió al banquillo a apoyar a sus compañeras. Las lágrimas seguían rodando por su cara al ser consciente de que se perdía lo que restaba de temporada y los Juegos de París. No estaba sobre el parqué, pero dejó claro que de ese pabellón no la apartaba ni una lesión.
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