Álvaro Lorenzo, Puerta Grande y gloria por Resurrección
Las Ventas (Madrid). Domingo de Resurrección. Se lidiaron toros de El Torero, desiguales de presentación. El 1º, noble pero blando; el 2º, manejable, a menos; el 3º, con ritmo y buen tranco, humilló siempre por abajo; el 4º, manso de libro, no paró quieto, pero tuvo cierta nobleza en el último tercio; el 5º, sin raza y muy deslucido; y el 6º, gran toro, bravo, con fijeza, codicia y transmisión, sobre todo, por su sensacional pitón izquierdo, premiado con la vuelta al ruedo. Más de un cuarto de entrada.
David Mora, de verde manzana y oro, estocada trasera, aviso (saludos); estocada contraria, aviso (vuelta al ruedo).
Daniel Luque, de azul marino y oro, estocada que hace guardia, pinchazo, estocada perpendicular (silencio); cuatro pinchazos, estocada casi entera, dos descabellos (silencio).
Álvaro Lorenzo, de azul eléctrico y oro, estocada desprendida (oreja); estocada desprendida (dos orejas).
Regresaba Álvaro Lorenzo al Cónclave tras confirmar alternativa el año pasado. No pasó nada el día soñado y al toledano le costó remontar el vuelo a su temporada. Hasta Santander, no empezó el despegue. Quiso volver este año pronto a Madrid. Domingo de Resurrección mediante. No rehuyó la pelea. Y encontró premio. El sueño de toda una vida. La gloria. Ese quicio de los desvelos. No descerrajó, echó la puerta abajo a golpe de natural y enfiló calle Alcalá arriba en una Puerta Grande multitudinaria. Con sabor a San Isidro. Tres orejas, tres. Aplastante golpe de autoridad.